Jones el violinista
La tierra mantiene una vibración por las venas de tu sangre y eres tú. Y si la gente se entera de que tocas el violín, pues tienes que tocarlo, y toda la vida. ¿Qué ves, un agosto de trébol, una pradera que lleva al río? El viento sopla por los maizales; o te frotas las manos por las reses que irán al mercado o escuchas el rumoreo de faldas como de muchachas cuando bailan en La Arboleda. Para Cooney Potter una polvareda o un torbellino de hojas siempre fue sequía; pero para mí eran como el Pelirrojo Sammy en un zapateado de "Turalú". ¿Cómo trabajar mis cuarenta acres —de comprar más ni hablar— cuando una orquesta de cuernos, fagotes y flautines se alborotaba en mi cabeza por el canto de los pájaros y el crujir de un molino, nada más? Y nunca pude arar sin que alguien, parado en el camino, me invitara a un baile o barbacoa. Me quedé con mis cuarenta acres, terminé con un violín quebrantado... quebrantada la risa y mil recuerdos, y jamás me arrepentí.
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