Oda para Jack London
Soy siempre de aquellos que va dejando a alguien, nunca ese alguien seguro en la partida: en la melancolía de la ausencia la mañana nostálgica es insumisa. Los viajes fueron hechos para mí. Nací con los mapas. Los itinerarios están en la palma de mi mano. Soy siempre un extraño, forastero en playas nunca repetidas, minutos en la existencia de mujeres olvidadas en puertos nunca visitados por segunda vez. Tampoco me dijeron nada las manos ni los pañuelos que permanecen cálidos en los puertos: desconozco la tibieza del hálito. También mis manos, una a sotavento, otra a barlovento, nunca se manifestaron. Nunca las sacudió una saudade futura. Nunca fui ese alguien que se queda, soy siempre el que se va, —el que se va y nunca regresa, como si fuese a existir el olvido con la muerte.
1947
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