De mi ventana, en un Domingo
El sol nacía más allá de mi ventana con la ternura de los girasoles, en un dúctil cielo de sulfato, de azul y espera. Hoy sólo el gallo lo festeja, sensorial golpe, anunciándolo. Los hombres, siempre los hombres, portavoces de la civilización y del bienestar colectivo, vinieron y removieron los escombros con pesadas máquinas, donde los girasoles reían al viento —y destruyeron al poeta y al paisaje. Nada temo. Los muros de mi casa y el andamiaje nada esconden. Juego con moneda de oro: ¿cara o cruz? y limitaciones y límites son obstáculos transponibles: al norte, la hoja desnuda, mapa del tesoro donde diseño itinerarios; al este, fragmentos de poemas esparcidos que jamás realizaré; me realizo al oeste, llegan cartas de Antofogasta, Tegucigalpa y Algeciras; y al extremo sur, mis problemas o la ausencia de ellos. Si hablo de tedio, jamás lo conocí; la soledad nunca me visitó .ni me telefonea. Sólo son bloques de piedra que sobrepongo en un cimiento ficticio.
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