Tristeza metafísica
En los puertos abiertos hacia los secretos de las grandes aguas, he cantado con los pescadores, altas sombras en la orilla, soñando en buques cargados por el milagro ajeno. Al lado de los obreros ceñidos con mallas oxidadas, he lazado puentes de acero sobre el vuelo del pájaro puro, sobre profundos bosques, y cada puente se arqueaba llevándonos consigo por tierras de leyenda. He demorado mucho entre las rocas al lado de los viejos santos, como las curanderas del país, y he esperado que se abriera una ventana de salvación entre los poderosos espacios del anochecer. Con todos y con todo me retorcí por los caminos, por las orillas, entre máquinas y las iglesias. Al lado de fuentes sin fondo, abrí el ojo del conocimiento. Recé con los obreros harapientos, soñé con los pastores de las ovejas y esperé en los barrancos con los santos. Ahora me doblo en la luz y lloro bajo los tardíos restos de la estrella bajo la cual andamos. Me alcé las heridas en los vientos con toda la criatura y guardé ¡ay, ningún milagro se cumple! No se cumple, no se cumple jamás. Y sin embargo, con palabras sencillas, como las nuestras, hicieron el mundo, los fantasmas, el día y el fuego. Con pies como los nuestros Jesús anduvo sobre las aguas.
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