Eva
Cuando la serpiente tendió a Eva la manzana, le habló con una voz que tintineaba entre las hojas como una campanilla de plata. Pero sucedió que después una voz más baja aún le dijo algo al oído muy bajo, muy bajo, algo que no está en las Santas Escrituras. Ni Dios mismo pudo oírlo aunque escuchara. Y Eva no quiso decirlo a nadie, ni a Adán. Desde entonces la mujer esconde bajo los párpados un misterio, y mueve sus pestañas como si dijera que sabe algo que nosotros no sabremos jamás, lo que nadie sabe, ni Dios mismo.
|