La cuna
Estaba cansado y sufría. Creo que sufría de tanta alma. En las colinas del amanecer abría los párpados y los ojos rojizos por el insomnio. Perdido me pregunté: Sol, ¿cómo sientes aún la loca alegría de levantarte? Y en aquella mañana sin sueño, como andaba con pasos de plomo en un rincón oscuro encontré una cuna. Las arañas tejían dentro sus pequeños mundos y las carcomas molían el silencio. Las miré con el pensamiento muy abierto. Era la cuna en la cual una mano envejecida hoy por mi destino me arrulló el primer dormir y tal vez el primer sueño. Con los dedos del recuerdo me palpé lenta, despaciosamente, el pasado, como un ciego, y saber por qué, me desplomé interiormente y entre sollozos empecé a llorar sobre mi cuna. Estaba cansado de primavera, rosas, juventud y risas. Delirando me buscaba en la vieja cuna con las manos a mí mismo como un niño.
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