Me decías que no me enamorara de tu hermana menor, aquella que aún temía a los duendes que salen de los rincones a robar nueces. Y yo te contestaba que en el cielo podía leer tu nombre escrito por los pájaros y que las nubes flotaban como los gansos en el patio dominical de tu casa que me hablaba con su lenguaje de gorriones. Este domingo me veo de nuevo en el salón mirando revistas viejas y daguerrotipos mientras tú tocas valses en la pianola. Alguien me ha dicho en secreto que la primavera vuelve La primavera vuelve pero tú no vuelves. Tu hermana ya no cree en los duendes. Tú no sabrías escribir mi nombre en los vidrios cubiertos de escarcha, y yo sólo puedo contar mis recuerdos como un mendigo sus monedas en el frío del otoño.
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