Un desconocido nace de nuestro sueño. Abre la puerta de roble por donde se entraba a la quinta de los primeros colonos, da cuerda a relojes sin memoria. Las ventanas destruidas recobran la visión del paisaje. Aparecen en los umbrales las marcas que señalaban el crecimiento de los niños. Mientras dormimos junto al río se reúnen nuestros antepasados y las nubes son sus sombras. Se reúnen los que partiendo de Burdeos o Le Havre llegaron a la Frontera por caminos recién trazados mientras sus mujeres daban a luz en las carretas. Se reúnen los que fueron contrabandistas de ganado, ladrones de tierra, dueños de hoteles o almacenes, bandoleros, pioneros de hachas y arados. Los que mataron mapuches y aprendieron de los [mapuches a beber sangre de corderos recién sacrificados, y fueron enterrados en lo alto de una colina mientras los deudos se reunían a tomar aguardientes en [el Bajo Hablan de su resurrección los ríos cuyos primeros puentes construyeron las herramientas aún guardadas en los galpones, y los que ahora son partículas de alerce creen escuchar las campanadas anunciando el primer [incendio del pueblo levantado con tablas sin labrar en medio del invierno del fin del mundo. En los establos y prostíbulos se entrelazan parejas furtivas. Se celebran matrimonios en capillas rústicas. Los hermanos se matan por herencias. Los hijos volverán cantando canciones de trincheras. Las carretas cargadas con los sacos de las primeras [cosechas llegan a las bodegas. El sol quiere alcanzar el árbol de nuestra sangre, derribarlo y hacerlo cenizas para que conozcamos a los visibles sólo para la memoria de quienes alguna vez resucitaremos en los granos de trigo o en las cenizas de los roces a fuego, cuando el sol no sea sino una antorcha fúnebre cuyas cenizas creeremos ver desde otras galaxias. El silencio del sol nos despierta. ¿De dónde viene ese chirriar de puertas invisibles? Los visitantes miran la mesa vacía y tratan de decirnos que hace falta derramar la ofrenda de vino en las tumbas. En el corazón de los alerces se apaga un tictaqueo [repitiendo: "No hay tiempo, no hay memoria". Griterío de choroyes en busca de trigales. A orillas del río buscamos huellas. Rápido parpadeo de un día de verano que despierta con nosotros.
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