La lluvia hace crecer la ciudad como una gran rosa oxidada. La ciudad es más grande y desierta después que junto a las empalizadas del Barrio Estación los padres huyen con sus hijos vestidos de marineros. Globos sin dueños van por los tejados y las costureras dejan de pedalear en sus máquinas. Junto al canal que mueve sus sucias escamas corto una brizna para un caballo escuálido que la olfatea y después la rechaza. Camino con el cuello del abrigo alzado esperando ver aparecer luces de algún perdido bar mientras huellas de amores que nunca tuve aparecen en mi corazón como en la ciudad los rieles de los tranvías que dejaron hace tanto tiempo de pasar.
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