Un día u otro todos seremos felices. Yo estaré libre de mi sombra y mi nombre. El que tuvo temor escuchará junto a los suyos los pasos de su madre, el rostro de la amada será siempre joven al reflejo de la luz antigua en la ventana, y el padre hallará en la despensa la linterna para buscar en el patio la navaja extraviada. No sabremos si la caja de música suena durante horas o un minuto; tú hallarás –sin sorpresa– el atlas sobre el cual soñaste con extraños países, tendrás en tus manos un pez venido del río de tu pueblo, y Ella alzará sus párpados y será de nuevo pura y grave como las piedras lavadas por la lluvia. Todos nos reuniremos bajo la solemne y aburrida mirada de personas que nunca han existido, y nos saludaremos sonriendo apenas pues todavía creeremos estar vivos.
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