Vimos llegar mañanas que eran bandadas de grullas con maravillas en las pupilas y las seguimos a puertos olvidados. Allí nos esperaban muchachas descalzas con las que bailamos en los galpones donde se guardan las redes y los remos. Las grullas de la mañana se van como serpentinas tras la fiesta. Alguien niega su amor a nuestro hermano el vagabundo. Pero una banda de músicos ebrios nos guía hacia circos pobres para que hallemos a todos los amigos. Los trenes de carga nos dejan en pueblos donde nos esperaba el verano reuniendo gavillas de islas amarillas, pero de pronto las inundan los ríos silenciosos de la medianoche y huimos hacia el granero ruinoso, del que el viento era dueño y señor. Un gallo canta. Mil gallos le responden. El tiempo entrega a los artesanos la greda de nuevos días, y cuando salgamos de nuestro encierro la lluvia encontrará caminos desconocidos para escribir de nuevo nuestra historia.
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