Dale la llave al otoño. Háblale del río mudo en cuyo fondo yace la sombra de los puentes de madera desaparecidos hace muchos años. No me has contado ninguno de tus secretos. Pero tu mano es la llave que abre la puerta del molino en ruinas donde duerme mi vida entre polvo y más polvo, y espectros de inviernos, y los jinetes enlutados del viento que huyen tras robar campanas en las pobres aldeas. Pero mis días serán nubes para viajar por la primavera de tu cielo. Saldremos en silencio, sin despertar al tiempo. Te diré que podremos ser felices.
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