La tarde nítida, llena de tientos firmes —trompeta, telegrama, jirones de Girondo— reserva entre sus drupas la tristeza. El otoño presagia traslados, traslada los presagios, gasta sus espléndidos velos en rituales oscuros. Todo ortigas, se obstinan cenizas jeroglíficas. Sólo el amor detiene las paredes veloces, suspende el derrumbe. Por transparencia se ve el fuego devorar las más altas cortezas en los jardines escalados. Sobrevive un gorjeo, brújula tersa.
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