Contra las invisibles estrellas —su memoria como una fresca vía de la noche—, contra su luz aniquilada, la falsa, brillante red de lumbres prendida de los muros altísimos. Cabría equivocarse como en sueños. De pronto, saliendo del esplendor oscuro del jardín, casi a tus pies, corrió la rata fría, real, más nítida que el hoy, duramente borroso.
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