Subíamos corriendo la larga escalera. Apenas si mirábamos posibles detalles laterales, sorpresas de una ventana abierta al mundo tras los vidrios, reflejos, sedimentos del que subiera antes. Velozmente cruzamos la inútil pausa del rellano, abandonadas rosas menos que naturales, los ramalazos del siempre ciego cielo a su modo indeleble. Subíamos, subíamos por lo idéntico sólo que hacia cada vez menos luz, hacia pozo más hondo.
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