Sólo acepto este mundo iluminado cierto, inconstante, mío. Sólo exalto su eterno laberinto y su segura luz, aunque se esconda. Despierta o entre sueños, su grave tierra piso y es su paciencia en mí la que florece. Tiene un círculo sordo, limbo acaso, donde a ciegas aguardo la lluvia, el fuego desencadenados. A veces su luz cambia, es el infierno; a veces, rara vez, el paraíso. Alguien podrá quizás entreabrir puertas, ver más allá promesas, sucesiones. Yo sólo en él habito, de él espero, y hay suficiente asombro. En él estoy, me quede, renaciera.
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