Construimos el orden de la mesa, el follaje de la ilusión, un festín de luces y sombras, la apariencia del viaje en la inmovilidad. Tensamos un blanco campo para que en él esplendan las reverberaciones del pensamiento en torno del icono naciente. Luego soltamos nuestros perros, azuzamos la cacería, la imagen serenísima, virtual, cae desgarrada.
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