Cafetería
De aquella mesita en la cafetería Donde en los mediodías de invierno brillaba un jardín de escarcha, He quedado yo solo. Podría entrar allí, si lo quisiera, Y golpeando con los dedos en un vacío helado Evocar las sombras. Con incredulidad toco el mármol frío, Con incredulidad toco mi propia mano: Esto - es y yo soy en la historia que acontece, Y ellos ya están cerrados por los siglos de los siglos En su última palabra, en su última mirada. Y lejanos como el emperador Valentiniano, Como los jefes de los masagetas de quienes nada se sabe Aunque apenas un año, dos o tres años pasaron. Puedo ser todavía leñador en los bosques del norte lejano, Puedo pronunciar un discurso desde la tribuna o rodar una película Con métodos que ellos desconocían. Puedo experimentar el sabor de frutas de las islas del océano Y tener mi fotografía en el traje de la segunda mitad del siglo. Y ellos ya para siempre como los bustos en chorreras y fraques Del monstruoso Larousse. Pero a veces, cuando el resplandor crepuscular colorea los techos de la calle pobre Y fijo mi mirada en el cielo, veo allí, entre las nubes, La mesita bamboleándose. El mesero da vueltas con la bandeja Y ellos me miran soltando carcajadas. Porque yo no sé todavía cómo se muere por la mano cruel del hombre. Ellos saben, ellos bien lo saben.
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