A Tadeusz Rózewicz, poeta
Acordes en alegría están todos los instrumentos Cuando un poeta entra al jardín de la tierra. Cuatrocientos ríos azules trabajaron Para su nacimiento y el gusano de seda Para él hilaba sus nidos brillantes. El ala corsaria de mosca, el hocico de mariposa Se formaron pensando en él, Y el edificio de varios pisos del altramuz A él le iluminaba la noche al borde del campo. Se alegran, por tanto, todos los instrumentos Cerrados en cajas y en jarrones del verde Esperando que él los tocase y que sonaran. ¡Alabada sea la parte del mundo donde nace el poeta! La noticia sobre ello recorre las aguas costeras Donde sobre la extensión en la neblina durmiendo nadan gaviotas, Y más lejos, allá donde cabecean les barcos. La noticia sobre ello corre bajo la luna de montañas Y muestra al poeta sentado a la mesa En un cuarto frío, en una ciudad poco conocida, Cuando el reloj de la torre da la hora. Él tiene su casa en la aguja del pino, en el grito de la corza En la explosión de las estrellas y dentro de la mano humana. El reloj no mide su canto. El eco, Como la antigüedad del mar dentro de la concha, No calla nunca. Él perdura. Y es poderoso El susurro suyo que apoya a la gente. Sólo a los retóricos no les gusta el poeta. Sentados en sus sillas de vidrio, desenrollan Rollos largos, metros de nobleza. Y alrededor suena la risa del poeta Y su vida que no tiene fin. Están enfadados. Saben que sus sillas han de reventar Y en aquel sitio donde se sentaban no crecerá Ni una hoja de hierba. Círculo de azufre quemado, Rojizo polvo estéril, rehuirá la hormiga.
1948, Washington, D.C.
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