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Evasión |
En Tlalpan hay varios manicomios.
Y viendo en la sala de espera esos viejos tomos franceses tan espesos de balneoterapia y arsonvalización, cruzando ese jardín por donde tres veces a la semana discurren filosofías de vía angosta —los perros trágicos machacados en la carretera al pasar en volandas, y así habrá que pasar ahora. Hace calor. El que vaya a la hora cursi como todas marchando a oscuras al lado de los rieles podrá escuchar (si le importa) el zumbido de muchos escarabajos enamoradísimos entre las piedras del talud. Más allá (es de suponerse) descansan adineradas adolescentes de miembros fruticosos, con los labios secos, tendidas al descuido como largos gatos de algalia. (¿Habrán comido habas? ¿Borrarán como es debido los moldes de sus cuerpos en las camas? Oh riesgo.) Pero este mundo de trenes y escarabajos es un mundo de trenes y escarabajos, sin embargo, nagara. |