Era muy temprano, prueba endeble de la redondez de la Tierra, forraje inerte bajo la transformación del día, el mimbre de las sillas, escriba empeñoso cubriendo de cuneiformes mujeres y más mujeres; absorta en la orilla (qué diez dedos inquietos por la arena fugitiva cuando trepa espuma al tobillo) —y una palmada en ese código de Hammurabi echara a volar cuántas aves antes de entrar en el horno cerámico para perdurar, aunque sea quebradiza, hasta el siglo XX (mas del corazón no se oyó cosa): ya la tarde sale de la espesura a beber en el mar, muestra al turismo la mancha mongólica entre un rumor tsetse de almas edificadas por la belleza; el plancton se despeña por los costados en acto de protesta contra tal debilidad de la carne transida de puros imperativos y adverbios modales (mas del corazón no se oyó cosa): afuera, afuera; la camisa pegada, por sombras que propone continencia el menguante, y aromas a melazas, tisanas; un duk-duk despedido por herbívoro. Chasquen hormigas rojas bajo las suelas en esta pinche noche tropical.
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