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Desconcertánea |
Doy vueltas por el gazebo de mi inmadurez con andar precario, como un quiroterio de Owen; me asomo a la fontanela a ver. Qué más para un catálogo de ruina. Es un hecho (para empezar de algún modo) que me han felado diversas mujeres que no tenían ganas; esto nunca le ocurría a Erich Fromm, por ejemplo, quizá ni siquiera a Lamennais, aun siendo cura. Es también verdad que de vez en cuando tal o cual iota suscrita me hace planear la endura y que siempre llevo en el oído un rumor de papeles rasgados en cuatro, en ocho, en dieciséis. En fin (por no ser prolijo), al viejo grave que vino a podar la hiedra le dije buenos días aunque eran las dos y veinte, no le recomendé ningún té para su urticaria, lo herí con metáforas en segunda instancia —maniqueo, a tus cacharros; per Bastiana chiang kai shek, y cosas hasta peores. |
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