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Lámpara maravillosa |
El alifrit está frito, nadie frota. Por el ojo de la lámpara, bajo una marina peor, atisba y ve que éste va a ser otro hogar como es debido. El señor corre al centro del departamento, se llena la boca de arena y la escupe por la ventana, corre al centro del departamento, se llena la boca de arena y la escupe por la ventana. Es que está construyendo el nido. El alifrit quisiera poner un toque de iniciativa —un mordente, digamos— en esta cadena siniestra de actos automáticos (dos tonos, un semitono, tres tonos, otro semitono); un grano de pimienta —digamos— en el lecho ázimo. Pero es inútil: nadie frota. |
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