Farol rojo, ojo sangriento de las estaciones; Entre los paquetes amontonados, Gritos que se alargan, sollozos, peleas; Emigrantes, fugitivos, Apóstatas sin patria entre los estados; Carriles que se confunden y se extravían. Fondas: demasiado caro para comer aquí; Bruma sucia sobre la puerta; Esperar, obedecer, acomodarse; Aduaneros ¿Para qué sirve una frontera? Cada rico tiene la tierra entera, Cada miserable es un extranjero. Máscaras sucias bañadas por el llanto, Demasiado cansancio para rebelarse; Estiramiento de rostros pálidos; El trabajo pesa; están embrutecidos; El viento dispersa; están abandonados. Esta tarde la ceniza. ¿Hasta cuándo la lava? A veces el invierno, a veces el verano; Frío, sol, violencia doble; El agobiado, el amargado, el idiotizado; Aquí el quejido y allá el silencio; Los dos platos de la balanza, Y la pobreza como plaga. El express seccionando el espacio; El hierro, el fuego, el agua y los carbones Arrastran en la noche los vagones De quienes duermen en primera clase. Brincan los vagabundos. Miedo; estupor; el rápido pasa. Rebaño hastiado, cansados cuerpos, Bloques soñolientos que la muerte roza; Se persignan, aterrorizados. Grito, insulto, ojo enloquecido que se enciende; Temen el atropellamiento, Ellos los eternos atropellados.
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