Con risas sordas, gruñidos y sollozos, las hijas del mar pelean y se abrazan entre negros peñascos, peinan sus cabelleras relucientes en la sombra y arrastran, taciturnas, su ondulante piel por la playa A su lado se bañan anguilas viajeras, ágiles cachalotes y un oso-niño color de nieve; el fuego de sus ojos se aviva y se extingue, trémulo faro sobre las olas, provocando el naufragio. Sus cuerpos de ámbar y de leche toman la forma de las olas; en la amarga niebla que el mar exhala, el incierto deseo, el pesar, el terror y la esperanza condensan la noche. Y los náufragos, mecidos blandamente sobre la garganta donde todo zozobra, paladean en la oscura inmensidad el cálido amor que esconde la muerte en la entraña del agua.
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