Por qué vuela tu alegría y así con tus dudas hieres a quien tanto en ti confía. Por qué lloras, vida mía! Por qué lloras, no me quieres? No sabes tú mi ventura que siempre a tu lado voy y en las horas de amargura no oyes mi voz que murmura —Nada temas! Aquí estoy! Pueden los cielos querer que el hielo polar se inflame, pueden los astros caer… pero nadie puede hacer mi CECILIA que no te ame! No estés triste! Yo te adoro! Ya la dicha va a llegar… Seca pues tu amargo lloro… Qué sabe amor, mi Tesoro! Si no sabe consolar? Virgencita enamorada la de la esbelta cintura y garganta torneada, en qué lengua no escuchada podrá hablarte mi ternura? En qué idioma, mi paloma, diré lo que siento en mí cuando respiro tu aroma? Mi paloma, no hay idioma que sea digno para ti! Como el diamante, mi amor vive mudo y escondido falto aún de tu calor; que si canta el ruiseñor es porque tiene su nido. Mas deja que surja el día que en tierna inquietud espero que sea tuyo, que seas mía, y ya verás, mi alegría, ya verás cuánto te quiero!
|
* 5-1-1888. Fuente: Gutiérrez Nájera, Margarita, Reflejo, México, 1960, pp. 80-81.
|