A una flor disecada ¡Pobre flor, marchita, seca Hoy, fresca y lozana ayer! Símbolo antes del placer, Y ora emblema del dolor. ¡Pobre flor! Mis ojos te contemplaron Con placer sagrado, intenso: Bajo tu poder inmenso Mis penas se mitigaron; Mas en mi mano el rigor Vino a herirte de mi suerte, Porque te diera la muerte De mis penas el ardor. ¡Pobre flor! Cuántas veces mi quebranto ¡Pobre flor! tú sola viste. ¡Cuántas veces recogiste En tus hojitas mi llanto! Húmedas con él ¡oh flor! Su peso las inclinaba, Como a mi ánima agobiada El exceso del dolor... ¡Pobre flor! ¡Con cuánta fe te venero! ¡Con qué delicia suspiro, Pensando cuando te miro En el dueño por quien muero!... Si pudo olvidar traidor Su juramento de amarme: ¿Por qué no puedo arrancarme Del alma su único amor? ¡Pobre flor! Te miro y mis horas pasan ¡De sueño… es cierto!... ¡qué bellas!... Olvida mi alma por ellas Las de la verdad, que abrasan. Y que siento me parece En tan dichosos instantes, Entre mis manos amantes Su mano, que se estremece. Veo a su boca sonreír, Y a su seno palpitar: Oigo y aun creo el ¡Te he de amar, Vida mía, hasta morir!... Y atribulado le veo Caer a mis plantas de hinojos, Y que saltan de sus ojos Las centellas del deseo… Y aun tiendo ¡necia! la mano Que te tendí condolida Cuando me llamó mi vida Para matarme tirano. ¡Fantasma fascinador Que no puedo echar de mí! Y que torna en frenesí Mi desatentado amor… ¡Pobre flor! Tú fuiste prenda y testigo De su amante juramento: Hoy lo eres de mi tormento: Ves que amo y no lo maldigo. ¡Loca de mí!... Sí, debiera Odiarle… Más ¡no!... ¡Mentira!... Es amor el que me inspira… ¡No le odiara, aunque pudiera! Si acudió al fatal reclamo De una sirena… ¡Demente! A ella aborrezco, inocente, Y a él, fementido, le amo. ¡Celos que así me tratáis!: ¿Por qué me tratáis así? ¡Ah! ¿Por qué dejáis en mí El amor que me robáis? Tú puedes darme valor, Prenda de amor malogrado: De mi corazón al lado Ven a calmar mi dolor... ¡Pobre flor! Un instante que ya tarda, Vendrá al fin, en que la muerte, Más que la desgracia, fuerte, Vendrá a herir a quien la aguarda. Entonces, flor, te tendré Sobre mi seno prendida, Que una ha de ser nuestra vida Cual nuestro destino fue; Y como no se comprenda Que eras mi único consuelo, Te arrojará por el suelo La mano que te desprenda. ¡Y no poderte vengar!... Y no poderles decir "¡Fue mi delicia morir Con los que saben amar!" Perdona ¡oh flor! mas espera Al zéfiro que piadoso Ha de impulsarte gozoso Hacia la estrellada esfera. ¿Dónde irás?... No lo adivino… ¿Dónde iré yo?... Lo ignoramos… ¡Pobre flor!... Las dos bogamos En la barca del destino. Vuelen tus hojas pajizas Por los aires ¡pobre flor!... ¡Quiera el ángel del amor Mezclarlas con mis cenizas! II ¡Porque una flor se secó Decir tanto desatino!... Cierto, no envidio el destino Del poeta que deliró; Y es empeño estrafalario De nada hacer tal caudal: Si es la flor medicinal, Que la guarde un boticario. Si más bien está guardada Por recuerdo de su dueño, Por ahora le llamo sueño, Y un poco más tarde, NADA. No se mortifique, usté, Ni gima, ni desconfíe; Mientras el campo las críe Ha de haber quien flores dé. ¡Pobre poeta!... mejor Que jeremiar tan sin fin Fuera derecho a un jardín A cortar cualquiera flor, Y a los pies de vd. muy vivo Flor y corazón pusiera, Reemplazando una quimera Con algo de positivo. Para esto no es menester Ni poética ni oratoria, Cualquier chico de memoria Sabe bien lo que hay que hacer; Y en simple, entendible prosa, Si tartamudo no fuere, Sabe decir que se muere Por los ojos de su hermosa; Y ella, amable y compasiva, Con la amenaza se asusta, Y pues de que viva gusta, Lo ama y le manda que viva. Crea vd., niña que no peca, Ni hace ningún disparate, Trocando una rosa seca Por un corazón que late.
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