¡Vaya un extraño sueño el que he tenido! Mi pluma a describíroslo no alcanza: Y no es original, lo he recogido De un cuadro de Ocaranza. ¿Queréis el cuadro conocer primero? ¡Qué reflexiones fúnebres despierta! A éste sí le conviene un nombre austero: "Naturaleza muerta". Allí no hay carnes, ni oropel, ni ropa Nada erótico, rústico, o divino; Sobre un sepulcro un cráneo y una copa De licor opalino. Sobre el pulido mármol, mal reposa Invertido aquel cráneo amarillento Como apartado de la helada losa Su helado pensamiento. Todo es original pero sombrío Y causa admiración bañada en pena; Miradlos bien: el cráneo está vacío La copa aún está llena. ¡Ópalo de mil iris sonrosados! ¿Qué expresas en tan lóbrego recinto? Ilusiones de amor, sueños dorados, ¿Qué sois? ¡gotas de absinto! ¡Oh pintor de lo triste! Tu talento Fue una estrella fugaz que aún ilumina Ese desnudo cráneo amarillento. Y esa copa opalina. Yo he soñado tu cuadro, y he creído Que en él pintaste tu contraria suerte: ¡Amabas la corona del olvido Y el licor de la muerte!
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* El mundo literario ilustrado, tomo III, p. 254 (1892). Firmado: Manuel G. Nájera. Ver: Tola de Habich, Fernando, Museo literario dos, México, 1986, p. 47.
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