Hay rumores alarmantes: Cuentan que los dos gigantes —Según Cazarín, aztecas— Que tienen las piernas chuecas Se van a quedar cesantes. Dicen que el Ayuntamiento A esos dos que en la Reforma Jamás han tomado asiento, Piensa enviarlos, y lo siento, A cantar coros en Norma. Les pondrán una escalera, Bajarán del pedestal, Y de gabán y chistera Irán juntos por la acera Al Teatro Nacional. Y se verán muy hermosos Esos señores colosos Vestidos de sacerdotes, Porque son muy majestuosos… Y sobre todo, grandotes! Pero, la pura verdad, Ultraja su dignidad Este pequeño desaire. De la ilustre autoridad: ¿En qué daña a la ciudad El que ellos tomen el aire? Serán buenos los deseos De estos sabios concejales Que cuidan de los paseos; Serán los "guerreros" feos ¡Pero, hombre, son muy formales! Digo al verlos en las noches —¡Comendador, que me pierdes! Y sólo son dos fantoches, En suma, dos viejos verdes Que miran pasar los coches. Ni su pedestal tan bruno, Tan bruno que tira a negro... Además, amigos, uno Es la estampa de mi suegro. Más que aztecas, lidiadores, Parecen esos señores... Lo confieso ¿Por qué no? Unos dos conspiradores Cantando Madame Angot. Mas ni por lo dicho antes Acuso ni hago reproches A los dos pobres gigantes, Que están de frac y de guantes Mirando pasar los coches. Son mansos... son muy simplones, ¡Qué aztecas ni qué "guerreros"! Dejen a los dos hombrones, Muy serios, con sus bastones Fungiendo de bastoneros. ¿Verdad, señor Casarín, —Hable con franqueza al fin— Que está en cada pedestal Un José María Servín En baile de carnaval?
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* El Partido Liberal, 20-1-1893. Firmado: Puck, bajo el encabezamiento de "Bric-à-Brac". Ver: Tola de Habich, Fernando, Museo literario tres (en prensa).
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