I Lúgubre noche en que amenaza el rayo, Tú eres la sola mística armonía, Con que puede elevarse la voz mía Al trono Santo del Eterno Dios. No mueva el viento las oscuras nubes Que ocultan de la Luna los fulgores, Triste, como lo fueron mis amores, Escucha ¡noche! mi fatal canción. II Ahí está el mundo y sus mentidos goces No vienen a turbar mis pensamientos: Tan cortos, pero míos estos momentos, Para ti puros, adorada, son. Volaste al cielo y en la cruda tierra Víctima de la pena me dejaste; Un ángel más, al cielo te elevaste, Y en él te busco acongojado yo. III Si del asiento en que brillante ahora La vista arrojas a la tierra acaso, Desde el nacer del Sol hasta su ocaso Me verás sumergido en la aflicción; Y bajo el trueno, en tempestuosa noche, Por solo alivio a mi continua lucha... ¡Ángel de Dios! mi triste canto escucha Que elevo a ti con dolorida voz.
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