Prólogo Cualesquiera de vosotros, Amados míos, que escucháis, Sabe qué son y conoce Las casas de vecindad: Mas no lo sabe, presumo En verso, y distancia va Del lenguaje acompasado Al común modo de hablar, Para esto de describir O si se quiere pintar Las cosas, y yo que soy Un si es no es original, Voy a daros en renglones Medidos con el compás Del oído, que alguien llamara Metrónomo auricular, un croquis d'après nature De una casa comunal. Empiezo, pues, implorando Indulgencia o caridad, Pues, pintor de brocha gorda Y habiendo de emborronar De prisa; sólo Dios sabe Cómo la labor saldrá. Al chapucero pincel Ayude vuestra bondad, Y mi ingénita sosera Sazónela vuestra sal. Hecho este pacto, al asunto, Después gloria y aquí paz. Quería echarme de rondón Al meollo o a la sustancia; Pero es cosa de importancia Ponernos en situación. I A un zaguán desvencijado, Altísimo y muy estrecho, Sigue un callejón derecho, Tísico, oscuro, enlodado. Es largo, porque sostiene Casa principal encima, Y angosto porque escatima Al dueño el caudal que tiene. Del techo pende en la altura Farol acerbatanado, Que es de un pábilo ensebado Vaina, saco o sepultura; Y en el que en formas extrañas, De los vidrios del redor Duplican el espesor Las telas de las arañas: Farol que su nombre miente, Que es su luz otra mentira Y que si de día se mira De noche apenas se siente. En la pared una mano, Y con otra en la nariz, Suele el transeúnte infeliz Atravesar salvo y sano A una plazuela raquítica, Patio, excorral reformado, Cuyo ascenso le fue dado Por la reforma política; Y que con el pozo y fuente, Y caños y lavaderos, Corrales y gallineros, Da apenas paso a la gente. En redor los aposentos Se encuentran altos y bajos; Y... aquí empiezan mis trabajos: Oyentes, estadme atentos. II Una viuda de alguno, pensionada, Que fue, según pregona, Encumbrada persona, Con un loro, un faldero, una criada Y una mona también, su vida pasa En la mejor vivienda de la casa. De la viuda frontero Se aloja una modista, Literata además, y guapa y lista, Que vive de la aguja y el tintero, Pues que por precio módico, Con sin igual presteza, Entalla trajes, gorros adereza, Y escribe diariamente en un periódico. Debajo de la ex... (Debajo dije Porque la situación así lo exige De las habitaciones) Un poeta de altivas pretensiones, Un genio incomprendido, Por lo mucho que vale desvalido, En mísero cuartucho, Que llamaría mejor cuarto cartucho, Flaco como un alambre Vive... ¡suerte fatal! muerto de hambre. Y para mayor pena... ¡pobre mozo! ¡Sarcasmos de este mundo! con él frisa Verdulera prosaica que da gozo, Rebosando salud, contento y risa: Con tamaños carrillos Y cuatro o seis chiquillos De quienes es el padre un hombre honrado, Zapatero de viejo acreditado. ¡Matrimonio ejemplar, aunque modesto, Si los hay, salvo yerro por supuesto! Pues con los personajes mencionados, Una beata de fecha perdurable, Dos ex tenientes, cuatro jubilados Y la portera, pieza indispensable De casa comunal, daremos punto, Que ya bastantes son según barrunto, Y advierto en mi auditorio (con franqueza) Que sólo por lo amable no bosteza. III Es una preciosa noche, Y los más de los vecinos En desahogos diferentes Se encuentran entretenidos. La viuda está de tertulia Y así se ocupa en su aliño. Al puf aumentó seis pliegues; Enjarróse el frontispicio; Colocó su polizón En el puesto consabido; La penuria del cabello Encubrió con los postizos; Y apelando de la criada Al imprescindible auxilio, Trepóla en una escalera Para poner en el piso Principal de su peinado El jardín y el sombrerito. La literata se asoma Al corredor con un libro, Que ella sabrá de qué trata, Y que le da ciertos visos De estudiosa, autorizando La hora que es el que en olvido Dejase allá en la almohadilla A medio hacer un corpiño. El romántico que ha tiempo Acaricia y ve solícito El proyecto de asociarse A la artista, atento y listo Hace centinela enfrente, Dando tan largos suspiros Y exhalando tales ayes Que parte el alma el oírlo. En tanto la verdulera Disputa con su marido; La beata reza en voz alta, Que parece que da gritos, Y los tenientes y empleados Del régimen extinguido, Politiquean y reforman La nación en un corrillo. La portera regañando Entra y sale y los chiquillos Del matrimonio modelo, Brincando como cabritos, Se entrometen y no dejan Nada ni a nadie tranquilos. IV Poeta Bella artista. Casta Diva, Por quien deliro y trabajo: ¿Cuándo, grata y compasiva, Haces de escalera arriba Mi amor de escalera abajo? Por ti vivo de los vientos, Y me abrazo el corazón: No eches tierra a mis lamentos. La Artista Me hacen mala digestión Todos esos elementos. Poeta ¿Te mofas de la miseria Que es del genio patrimonio? La Verdulera Eres un jumento, Antonio. El Zapatero Y tú una bruja, Quiteria, La Beata Asechanzas del demonio… Poeta Mi talento a la ventura Me elevará de Palacio… La portera a los muchachos ¡No remuevan la basura! La Artista Pues cuando esté en esa altura Hablaremos más despacio. Poeta ¡Y tú romántica eres! ¿Y no me quieres por socio? ¡Poetisa…! ¿A un vate no quieres? La Beata Bendita entre las mujeres... La portera a los muchachos Cada cual a su negocio. La Artista Ser romántico y poetisa No destruye el ser humano, Y como y visto... esto es llano... Y usted... no tiene camisa... La portera a un mendigo Perdone por Dios, hermano. Un teniente Sí, marchamos a un abismo. Empleado Hay cambio de ministerio. Un teniente Yo estoy por el comunismo. La Artista ¿Qué me decía usted? Poeta Lo mismo. La Beata Muchacha, el otro misterio. Un teniente Hoy el congreso ha votado Del código otra reforma. La Artista ¿Qué dice usted? ¿Se conforma? El Zapatero A botín tan remendado Ya no le ajusta la horma. La Verdulera La viuda está muy compuesta. La Viuda a la criada Avisa a D. Pantaleon Que ya me tiene dispuesta. Un Papelero ¡El Pajarito y la Orquesta! Los Muchachos Vecinos: ¡el carretón! V Al anuncio del vehículo Todos los diálogos cesan Y a sus cuartos los vecinos Simultáneamente entran, Quedando sólo los chicos En retozo y pelotera. La viuda a su acompañante Recibe muy halagüeña Y se marcha a la tertulia Dando envidia a la portera: Yo, mientras pasa el nublado, Voyme, señores, tras ella.
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