En las siete columnas se detiene un solo cielo de sabiduría y en las siete virtudes sólo existe un solo amor, un solo amor sin tacha. Tú, rosa, en tu viril lo manifiestas aunque te pares en un pie dudoso; tú, cedro, lo sostienes en un asta y lo destilas en humilde sombra. Luego existe el amor, Ave María, en la ventana oscura de los hombres que al temblar una brisa pasajera se abren de pronto a recobrar su cielo Luego existe una espera sin fatiga sobre la lentitud de ciertas horas y una manera de llorar con gracia ante la inanidad de lo perdido. Luego existe la luz, la melodía, la inalcanzable sucesión del viento y ese viaje tan largo de los ríos para decir nomás: he aquí tu esclava.
(De Misterios para cantar bajo los álamos)
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