El mar
Oh mar, a tus orillas me presento, y participo del común asombro. La misma novedad que no envejece haces rodar en tu solemne disco. Como la mano del Buen Dios, se abaja tu inmensidad y nuestra piel alisa. En superficies de violines lloras, cantas, sin revelarnos el misterio. De la riqueza inmemorial que ocultas nos salpican minúsculos fragmentos. Barriendo resonancias nos arrojas de tu infinito las basuras blancas. Tranquilamente por el aire sube haciendo círculos el pensamiento. La noche que se yergue a tus espaldas prende su lámpara de mano, sorda. A su silencio ilimitado añaden su mecanografía las estrellas.
(De El jardín increíble)
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