Elegía II
Del polvo de la tierra los árboles recobran sus dulces nombres; y del trillado césped reverdecen los cantos de las cigarras. El águila de vidrio engancha sus caballos de fuerza; y en cascadas nos bañan sus añicos. La primavera es una insurrección de aromas, arrancados con gritos a la piedra. Sólo tú, dios informe, no mueres ni renaces. Tuya es la sombra; los manantiales quietos.
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